“Alguien que desconoce su historia siempre estará sentenciado a repetirla.” Esto es algo cuya sentencia se ha comprobado durante el desarrollo de todos los momentos que han sido determinantes para el desarrollo de los pueblos y de las naciones.

Considerando como base la historia, y la cultura como fortaleza, es ahí precisamente donde se encuentra la llaga cancerosa que va aniquilando la grandeza heredada de quienes lucharon denodadamente por ser, por hacer, por estar y por sobresalir con personalidad propia, dejando esa constancia de su grandeza como base para seguir construyendo con orgullo y con afán.

En nombre del progreso se ha ido destruyendo todo, escuelas sin educadores y educación sin sentido ni dirección, al servir únicamente como cotos políticos en donde lo menos importante es la Misión y la Visión, sino el pago de favores y la demostración pública de poder, para generar tan solo el miedo y no el respeto, que como dijera el gran José Martí “los hombres se dividen en dos bandos: los que aman y fundan, y los que odian y deshacen”. No se puede amar destruyendo, ni fundar sin el conocimiento de saber lo que se tiene, lo que se quiere y lo que se puede. Tristeza general el ejemplo proyectado a estudiantes de todos los niveles, a quienes en nombre de una ideología radical y sin brújula, se le enseña a escuchar como algo común insultos y vituperios, apodos y calificativos y promesas sin sentido en una enseñanza express de política de miedo y pérdida de respeto a todo y a todos, empezando con uno mismo.

En la política lo único verdadero es lo que no se ve; ¡salve oh, cubano insigne!, ahí está otra gran frase tuya que va más allá de lo que se dice y se promete al pueblo, y es donde se esconde la corrupción, la destrucción y la incineración de las raíces de un águila que cae por vergüenza, al ver destruir su grandeza a nombre de algo que postergue apoteóticamente el nombre de un mesías que destruye vestigios de gloria, en el entendido de que son ruinas y ya cumplieron con su cometido borrando de un tajo la historia, para construir en su nombre un futuro sin identidad ni fortaleza. ¿Este es el precio que hay que pagar por un fanatismo que ha sabido comprar la necesidad con las mismas monedas que el día de mañana estarán vacías del águila, que, así como están las cosas, muy pronto será devorada por la serpiente quien al final se erigirá como el escudo de una nación sin identidad y sin valor?

Es muy triste que quien debe enseñar, proteger, guiar y dirigir, es quien tal vez si lo haga, pero para destruir en un encono personal, que le impide olvidarse de venganzas políticas, que es lo que requiere para servir a un ciudadano con múltiples ansias y necesidades de ser atendido, de ser escuchado y de ser apoyado para juntos poder establecer el más sólido lazo de pueblo y gobierno que de la mano, y en respeto a ese pasado glorioso, seguir construyendo una fortaleza segura en donde todos convivan con armonía y respeto y la escucha común se conviertan en las grandes acciones que habrían de iluminar por siempre, destinos y metas. ¡Hay que olvidarse del marcado objetivo de convertirse en terratenientes políticos que al final dominen, para rentar o comprar conciencias a nombre de su poderío, sin dejar ni migajas, a quien se deben y por quienes tienen el compromiso de trabajar y entregar resultados satisfactorios! ¡Se tiene historia, que a vista de todos se está destruyendo a placer! ¡Un pueblo sin historia no existe! ¿Alguien sabe algo sobre esto?