“La humanidad no se mantiene unida por la mentira. La confianza es la base de la sociedad. Donde no hay verdad no puede haber confianza y donde no hay confianza no puede haber sociedad. Donde hay sociedad hay confianza, y donde hay confianza, hay algo sobre lo que se apoya”. FREDERICK DOUGLAS.
Bendita la lluvia cuando sus gotas lastiman al cuerpo que se queja, olvidando que la tierra agradecida la recibe con beneplácito y amor; ¡Porqué a mí!, ¡Porqué yo!, ¡Porqué siempre me suceden las cosas negativas!; estas son múltiples expresiones en que la inseguridad pasa a ser cobardía y la cobardía pasa a ser miedo. Aún sin tener el conocimiento del porqué, una educación en valores enseña que antes de derrotarse hay que luchar y al luchar hay que hacerlo enarbolando la bandera de la “honestidad” y de la “verdad”, pero, ¿cuál verdad? Porque es bien sabido que la verdad es relativa, como una noción bastante cínica de que no existe una verdad para todos y sirve de parapeto para ocultarse de la enorme responsabilidad del compromiso de enfrentar, aún sabiendo que uno es portador de una verdad y que es la más importante, ¡tu verdad!, que es de donde se habría de partir para demostrar con valor civil y valentía que no vas a defender a ultranza la verdad de otros, sino con tu verdad vas a demostrarte a ti mismo, que digan lo que digan, tu verdad es la que te va a llenar de orgullo, valentía y decisión.
“La verdad es que era el diablo, pero amaba con pasión; la verdad era yo flaco, aunque un poquito panzón”; ¡Caramba Doña Leonor como se le nota, que aún con el cincho en el vientre, no deja de ser pelota”. ¡Ahí está la verdad relativa que conduce a una conjugación perfecta en su total imperfección: mi verdad, tu verdad, nuestra verdad; ¡un adjetivo colado que hace la diferencia!; La verdad se ha congestionado tanto, y le han aplicado tantas vacunas, que se ha inmunizado paseándose en completa libertad ante quienes ni siquiera la conocen, pues no existe justicia aplicable para ella, con ella o contra ella, pues cualquiera la maneja a conveniencia y más aún, cuando se hace con permisos legales, o armaduras perfectas para crearla, distorsionarla, disfrazarla o convenirla. El monstruo se crea, y posteriormente ya sin control devora a sus mismos creadores, tal cual sucede en este tenebroso espacio que se comparte y en que los ataques subterráneos son terroríficos pues es un toma y daca entre la cúpula de un poder y liderazgo, que aunque es de dos o de tres, involucra a toda una sociedad que a poco se va cansando de esas demostraciones de impunidad, en que se exhiben figuras que supuestamente manejan el equilibrio y funcionalidad de las leyes, y que proyectan sin ambages, que estas que estas están del lado de quien tenga el poder, y así será por siempre.
“Cuando la verdad deja de ser un ideal y un absoluto y se convierte en solo otro inconveniente, o cuando la verdad es lo que cualquiera quiere que sea debido a algo que es más importante para ellos, el desastre está a la vuelta de la esquina”. No son palabras de amenaza, es una espera social de esperanza para acabar con esa impunidad selectiva que permite manipuleos, pero que está cayendo todo en tierra árida a la cual no se han permitido riegos a propósito, al evitar la educación en los hogares y en las escuelas, pero que a pesar de ello el golpe ayuda a la generación de resistencia, y la necesidad obliga al enfrentamiento contra la cobardía para no seguir caminando sobre la expresión de ¡PORQUÉ TAN SOLO A MÍ!…