“Como cosa inequívoca, las personas que están en el poder son capaces de destruir al mundo con tal de no perder su poder”; Osho, del libro “poder, política y cambio.”
Podrían sonar abrumadoras las líneas arriba descritas, pero los claros ejemplos que se anuncian en las portadas de los medios impresos, canales televisivos internacionales y nacionales, la radio, y en particular las redes sociales informativas, dejan verdaderamente mucho que desear y si mucho para creer, cuando quienes perjuran no robar, no mentir y no traicionar son expuestos con argumentos que respaldan el contenido; lo cierto es que cuando se saben descubiertos se sienten ofendidos, atacados y es ahí donde se inicia la guerra sucia, baja y ruin al presentar datos y evidencias de los contrarios, y aún de su propio equipo, para confundir, pero cuando ni eso gana la partida no queda más que hacerse la víctima y escudarse detrás del noble pueblo al que se le sigue inyectando una política de odio, de rechazo y de defensa en contra de los enemigos del poder.
En un mundo lleno de mentiras y mentirosos siempre habrá los creyentes, los seguidores dispuestos a aniquilar para después sanar la culpa al recibir dádivas engañosas o ayudas que como la lija más áspera, son restregadas a su conciencia y a su corazón, creyendo que con eso se cura su actuar para continuar con el odio y el silencio para seguir descansando plácidamente bajo la sombra de la copa de un bello árbol frondoso sinónimo de su seguridad.
En un municipio diminuto, se pretenden esconder las mentiras y al mismo tiempo a los mentirosos, esos que creen que tienen la varita mágica para domesticar al pueblo, para apaciguar la fuerza de las tormentas, para enfrentar los más severos huracanes, pues en las campañas depositan y hacen patente su verdadera personalidad al demostrar que no van por servir sino por orgullo personal de poder y trascendencia; pero al llegar y ellos mismos tras romper por no saber utilizar esa varita mágica dejan al descubierto su verdadera personalidad, oculta en la desesperada retórica de que ¡todos lo hacen y a nadie se ha castigado por ello!¡Esa es la verdadera historia, que hasta ahora no se confunde y tiene a cada cual en en el lugar que le corresponde!
Se vive quizá un cambio como muchos predican, pero se podría decir con seguridad que sí es un cambio, pero tan solo un cambio de color, de slogan, de farsa, de mentira, porque los pensamientos siguen siendo los mismos y los protagonistas también! ¡El poder personal que hace vivir a diario entre “la mentira, mentirosos y creyentes” que aplauden sin cesar y que repudian, odian y señalan sin pensar.