“Hace cientos de años en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por las obscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida, fue identificado como Guno, el ciego del pueblo, por lo que entonces fue detenido y preguntado: ¿Qué haces Guno, con una lámpara en la mano, si tu no ves?
La respuesta segura e inmediata fue: Yo no llevo la lámpara para ver mi camino, yo conozco la obscuridad de las calles de memoria. Llevo luz, para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí”. Del libro de Guno.
¡Santa Petra la callosa!, ¡Hoy desde la entrada empieza el tiroteo inmisericorde para desperezar el cerebro y pedirle respuestas inmediatas sobre la apertura del entendimiento para extraer esa luz de la lámpara de aceite, a la obscura soledad del pensamiento!; ¿Tendrá esto que ver con la negada convivencia que no es aceptada, por el egoísmo y la soberbia de quienes dejaron de educar para crear monstruos que ignoran compartir, y mucho menos entender que “no solo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan servirse de ella? ¡San Bombín sin calcetín, pero con traje y corbata! ¡¿Será esa la representación del fin del mundo, descrito por miedosos y enfrentado por valientes y avezados aventureros que descubrieron los más grandes tesoros escondidos detrás del miedo de cada ciudadano? ¡Ofensivos discursos de convivencia que en vez de buscar la unidad y el progreso, instan a la generación del odio, de la venganza y de la pérdida de los más elementales valores, que desde tiempos remotos fueron determinados para ser ejes de armonía pero que a la vez, generaron a los mismos mercenarios que vendieron a Jesucristo.
Todos buscando de manera particular no dejar sus islas de opulencia, sin pensar en esos todos (ciudadanos, Juan Pueblo), que creyeron y siguen creyendo en ellos, a pesar de que se la pasen columpiándose, sin ser tarzán, pero emulando la grandeza de los monos, de liana en liana, o saltando de rama en rama, desde donde no se mire a quienes desde abajo esperan el milagro de “la disciplina”, “la lealtad”, y todo aquello que hipócritamente es exigido y que entre ellos, es tan solo motivo de burlas y carcajadas. Si cada uno puedo alumbrar el camino de otro, porqué se está desesperadamente jodido, cuando otros exhiben comilonas y festines, cuando ayer en su mesa solamente tenían tortillas duras, y frijoles como el mejor y más delicioso manjar, pero que ahora hacen públicas sus mesas con alimentos tan variados que se corre el riesgo de enfermedades intestinales por desconocer lo que ahora con desplantes se deposita en un estómago que antes jamás estuvo tan insultantemente lleno, esperando tan solo no volver a vaciarse y retorcerse del dolor del hambre.
Alumbrar el camino de otros no es tarea fácil, mientras no se haga a un lado la hipocresía, la mentira, la soberbia y la desvergüenza; ¡Todos necesitamos de todos!, ¡entonces alguien explique por qué los dizques líderes se enfrascan en pleitos hipócritas, en los que al final ellos son los únicos ganadores! ¡Porqué los dineros del pueblo son repartidos entre los mismos, que de generaciones se han adueñado de todos los espacios en los cuáles cínicamente se exhiben con libertad y orgullo por ser los dioses escogidos, para iluminar los caminos de los entes frustrados, negados y miedosos, que jamás se rebelarán ante nada y ante nadie, mientras les sigan dando pan y fiesta! ¡Los jóvenes aprendieron bien la lección y ya saben que saltar de liana en liana o de rama en rama, es el único medio no solo para subsistir sino para crecer, dejando a los ciudadanos mirando al cielo y gritando ¡ CUÁNDO VENDRÁ LA LUZ!