Por: Gaspar Herrera Farfán
“Libertad: es la capacidad que tiene cada individuo de la toma de decisión que mejor le convenga y sea de su agrado, sin que nadie lo presione u obligue, y sin que nadie salga afectado, excepto y claro, la persona en sí misma que hace la toma de decisión”.
Teniendo esto como un breve contexto se aterriza de manera directa en experiencias de vida marcadas por la historia, en que se siguieron no tan solo convicciones, sino que se marcaron en caminos llenos de ideales que fueron guiados y fortalecidos por el corazón y protegidos por la dignidad de saberse, de creerse y de ser. Palabras que retumban en los aires de una sociedad corrompida y que ha encontrado en la represión su mejor arma, y el seguro para limpiar los polvos que aún quedan, buscando pensamientos de cambio y de transformación y que se van perdiendo buscando convertirlos en nada: “no dejes que te confundan, no dejes que te manipulen, no dejes de soñar, conviértete en lo que siempre quisiste ser”.
Monopolios y codicia, desocupación y desigualdad, democracia vestida y desvestida de acuerdo a los colores de moda; y ante la más grande monstruosidad, con un collage de todos los colores existentes y por existir en un manipuleo personalista y centralizado que tan solo busca el poder por el poder y no el poder para vivir y compartir de manera equitativa y transparente con la sociedad que cree, que espera y es burlada en cada momento de su existencia. ¡Ah, pero eso sí, todo de manera libre sin obligar a persona alguna a hacer lo que no desee hacer! ¡Burocracia que maneja la meritocracia y todo convierte en falacia! Hay que anteponer siempre y ante todo concepto dirigido al adoctrinamiento de las masas, que, “sin legalidad no hay ni nunca habrá libertad”.
Informar lo que se quiere y como se quiere se convierte en desinformación cuando se utilizan argumentos verdaderos y existentes, cambiándoles el concepto, el sentido y la dirección, con la falsedad y el manipuleo que los lleven a la obtención de prebendas y hasta el premio mayor de toda una nación, su riqueza cultural tergiversada y su grandeza social aplastada y maniatada. La destrucción de la certeza crea universos en los que ya no se disponen de reflejos que dirijan verdaderamente las preferencias, llegando al final a la compleja interrogante del qué hacer o cómo hacer cuando ¿De qué sirve separar lo cierto de lo falso si el valor superior de lo verdadero ha sido previamente eliminado? Póngase entonces como primer punto de reflexión colectiva.
Si se menciona el ensayo de Piero Calamandrei (1944), tal vez ahí se pudiera obtener respuesta alguna cuando él establece que “para un liberal, la escrupulosa aplicación del procedimiento es garantía de que las disposiciones aprobadas habrán sido debatidas y controladas por los distintos cuerpos del sistema, en unas condiciones tales que se minimizarán los resultados injustos y, de producirse, habilitará la vía para su rectificación”.
¡Ahí está!, ¡La ausencia de procedimiento hará cualquier resultado posible e improbable su rectificación!, o como dice Becaria, “el más cruel verdugo de los desdichados es la certeza del derecho” ¡exigir la libertad en el respeto de la libertad ajena! o seguir viviendo ¡EN LA LIBERTAD…SIN LIBERTAD!