“El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es LA HUMILDAD”. Ernest Hemingway.
El tiempo y las circunstancias han dejado como conocimiento comprobado que la convivencia humana, en sus múltiples organizaciones, jamás ha sido un terreno fértil para la humildad, escrito esto con todo respeto, pero sin un mínimo de duda al respecto; puesto que en nombre de la democracia representativa, se demuestran prácticas arrogantes y actitudes pretenciosas que para desgracia de justos y nobles, arruinan promesas y palabras empeñadas ubicándose no tan solo como la punta del iceberg, sino como la decepción colectiva que va construyendo de manera paulatina una lápida a la confianza y una tumba a quien demuestra no merecerla.
La humildad es la cara contraria de la autosuficiencia y de la soberbia, que son los únicos medios que los ubicados en el autoritarismo tienen, para demostrar poder ante su ignorancia y mando ante su falta de conocimientos y de inteligencia. El Código de Ética ha sido despertado y puesto como escudo en exhibidores y cuadros, iluminados por la incandescencia de la incredulidad y de la burla, así como las Leyes en los lugares de su justa impartición y la Constitución en toda la nación.
¿Qué se puede esperar en estos tiempos de hiperliderazgos mediáticos y de superhéroes sociales cuando no se tiene la seguridad como ser humano, de no saberse, sentirse y como consecuencia, creerse como parte de un todo siendo el todo de todas sus partes? ¡Ausencia de ejemplos vivos de autoridades morales que avalen con dignidad y prestigio autoridades políticas! ¡Ausencia de valor para enfrentarse a uno mismo y de ahí partir para enfrentarse a la diaria batalla de la incongruencia ante la ausencia de la razón! ¡Ser congruentes, aún en lo malo, es ser auténticos y verdaderos! Pero, ¿dónde?, ¿quién?, ¿quiénes? ¡Diógenes, dónde está tu lámpara! ¡Benditas las palabras del Papa Francisco en una de sus homilías matutinas: “no se puede gobernar al pueblo sin amor y sin humildad, y cada hombre, cada mujer que tiene que tomar posesión de un servicio público debe hacerse estas dos preguntas: ¿amo a mi pueblo para servirle mejor? ¿soy humilde y oigo lo que dicen todos los otros, las diferentes opiniones, para elegir el mejor camino?” ¡Entonces la humildad debe ser la actitud para ser líder , acompañado del conocimiento y la disposición para recibir y dar en los caminos del diario aprendizaje!
Marco Tulio Cicerón establecía en un dicho que “cuanto más alto se esté situado, más humilde se debe de ser”; el liderazgo humilde ha de ser la respuesta a esa demanda ciudadana que es noble y que necesita volver a creer y afianzarse en la esperanza de que aunque su barca esté a punto del naufragio, un milagro podrá salvarlo de todo ello; ¡Los milagros existen, pero el hombre los asesina!¡Qué tan difícil es recordar el dicho del poeta León Felipe que establecía: “No hay que llegar solos y primero, sino con todos y a tiempo!
Humildad y respeto son una perfecta dualidad. En su libro “Fuego y Cenizas” Michael Ignatieff menciona con autoridad que “los ciudadanos saben diferenciar entre quien busca tan solo su aprobación de alguien que sabe ganarse su respeto” No necesitas gustar, tan solo necesitas saber llegar y entender que el único camino es ir SEMBRANDO HUMILDAD PARA COSECHAR CONFIANZA