Columna

Los Saltarines de la política Campechana.-Editorial


La pulga, el saltamontes y el pelele organizan un concurso de saltos, y el rey, para dar más emoción al evento, decide conceder la mano de su hija al vencedor. ¿Quién será el que dé el mayor salto? Maravillosas ilustraciones de Isidro Ferrer, en su libro "Los Saltarines".

 

Ante tan sabía y recreativa lectura es imposible no hacer una comparación con la conducta humana, que en su característica de imitación, desnuda la vida política dentro de nuestro entorno social, por lo que no es de extrañar ver como, en pleno concurso por la presea, en este caso no la mano de la hija del rey sino la mano de Midas, van de uno a otro partido, cambiando de camisa como de cal…comanias, sin el más remoto asomo de conciencia, y si las más grandes sonrisas de satisfacción, de hacer siempre lo mismo, pero bajo otros colores y, es que la alegría, la fiesta y todo el contubernio que se da bajo la sombra del árbol de la ignominia y la bajeza solo son escuchados por los propios pajarillos que en su inocencia y nobleza todo aceptan como siempre, pues ellos solo están dispuestos a luchar por su diario alimento para preservar su burlada existencia.

Los saltarines, que ilustra el bello libro, son el reflejo de unos animalitos que buscan conquistar un corazón y llevarse a casa un premio, sin importar los medios a usar en esa lucha del todo por el todo hasta traicionar a sus cercanos amigos, demostrando la desnudez de su maldad y el interés ególatra que los mueve.


¡Tremenda similitud a la vida diaria del hombre en sus ansias por conquistar y por gobernar un municipio, Estado o el propio país, aunque cualquier comparación o parecido con lo aquí escrito será pura coincidencia! Claro, con la única diferencia que para llegar al cargo en la carrera se va destruyendo la nobleza ciudadana por un hombre que demuestra ser más irracional que los propios animalitos que tan solo luchan por su subsistencia.

Siempre en un cambio de gobierno se va vuelto tan popular y tan utilizado el término que “la culpa no es del indio sino de quien lo hace compadre”, así hasta acabar el mandato, mientras que los otros luchan para recuperar lo que ellos en su inconsciencia y desmedida ambición destruyen sin medida.

¿Acaso creen que el verdadero pueblo es tonto? ¡No señor! ¡La función del circo se acaba, los poderes enquistados que tan solo dividen y marginan están llevando sus aguas hasta la cabeza de un cansado pueblo fastidiado de ser considera tan solo burla y payaso de un circo medieval! ¡Ya basta de seguir siendo la burla y el oprobio de representantes encubiertos por colores diversos en su amplio guardarropa, con todos los colores y slogans partidarios según sea la ocasión!
¡Tiempo al tiempo!