Por Gaspar A. Herrera Farfán
“Cuando se habla de política culmina la alocución en el término “poder”, porque no hay más política en la vida social del individuo, que la que los partidos políticos o los líderes hegemónicos, quieren que sea”. G. Herrera F.

Entonces esto si sería un grande motivo de reflexión, de acuerdo a los diversos sombrerazos con que se intentan apagar los fuegos en el cielo y en el infierno de una población escondida en su caparazón, por los bomberos atómicos, que en su sandwichera tradicional, sin saber el porqué de las cosas, simplemente algunos levantan el dedo, tan solo para preguntar si ya se fue el cacahuatero, mientras los otros se encuentran enfrascados en una lucha interna contra las redes sociales contando likes, mejorando perfiles o enviando tantas selfies al por mayor, como preámbulo para algo que les permita seguir comiendo con manteca light, puesto que en el exterior la alharaca zumba y rezumba como telenovela en espera de la emoción reprimida y alimentada con morbo, para saber que nueva exhibición se dará por todos los medios posibles, en este pleito de dos, en que los verdaderos perdedores son todos, porque con tanto alboroto con la contundencia de pruebas y palabras, mínimo es para que las cárceles de la nación estuvieran llenas, y en lugar de construcciones fantasmas y obras innecesarias, se construyeran más celdas, con promesas de descuentos y promociones inigualables para interesar a esos caudillos, que ahorita se sienten caldillos, negando su título de pillos. (Cualquier parecido con alguna realidad será pura y merita coincidencia).
Según Aristóteles, el animal político era el equivalente al animal social, o sea, que la política de la convivencia fue algo establecido para todos por igual, pero que el animal político fue más perspicaz y buscó anonadadamente la manera de conquistar al animal social, para poderlo explotar y ponerlo a su servicio por siempre, y ¡pumm! Fuera conciencia, fuera sentimientos, fuera honestidad y bienvenido el paradisiaco infierno, que huele a perfume caro, sabe a viandas exquisitas y a dineros estratosféricos como los que ahora se están dando a conocer públicamente en el circo de la fiera que se ha quedado sin su grandeza histórica al ser tan solo un fantoche sinónimo de juego y diversión. Política es igual ahora, al más claro ejercicio del poder, con sus modos imperativos de adquisición, en que no entra cualquier chango sino solo al que el dedo milagroso le ponga el lazo al cuello; los múltiples grupos, autorizados por todos los ciudadanos y mantenidos de igual manera por ellos, pero en los cuales giran los mismos de siempre, columpiándose suavemente en todos, sin pena, vergüenza o gloria, es la más grande prueba de la legitimidad de su ejercicio. ¡válgame la burra flaca que hizo caca sin comer y murió de indigestión! ¡pues eso dijo el doctor, que él si sabe, pues para eso estudió!
¡Cuando se murió la ética y la búsqueda del bien común!; ¡Cuando metieron a la moral en un morral y poniéndole morralla la llevaron a enterrar con doscientos zopilotes y un ratón de sacristán!; ¿Es que jamás se podrá rescatar la política en sentido cooperativo y no seguir alimentando a la política del sentido conflictivo? ¿En manos de quien está la enorme responsabilidad de hacerlo? ¡Quien tenga una respuesta hágalo!; ¡Quien tenga alguna duda mírese a un espejo!; ¡No se grite yo puedo, simplemente accione! El poder y las redes sociales son uno y todo para todos; millones de pesos para el control de la tecnología, y centavos de cobre para el alimento de cerebros que albergan inteligencia, encarcelan habilidades, generan personalidades, y producen entes sociales llenos de valores positivos y propositivos denominados con orgullo “ciudadanos”, de los que el poder ha maniatado y la tecnología ha esclavizado sin piedad poniendo a diario a todos en la cuerda floja ¡EN LAS ANGUSTIAS DEL PODER!