Columna

Justiciera justicia ajusticiada


Gaspar A. Herrera Farfán

“La impunidad tiene un rostro doble. Por un lado, se calcula que, por cada cien delitos cometidos, sólo en 1.6 se dicta sentencia condenatoria. Por otro, las irregularidades en el proceso y una política penitenciaria equivocada tienen en la cárcel a muchos inocentes o personas que cometieron delitos menores, cuando en las calles se siguen burlando de la sociedad los verdaderos delincuentes” MAGIS-ARGERICH.
 

La gran obra de Argerich “inocente o culpable”, a pesar de haber sido escrita en el año de 1884, demuestra la hipótesis de que el tiempo pasa, las historias se hacen olvido y la monotonía se hace dueña del simple devenir de la existencia. Uno de los puntos importantes para su elaboración fue la ferviente creencia de que con esa lectura se podría romper con los estigmas de abuso y explotación pues buscaba un “ya basta” a través de sus ideas y de sus letras; “confío en que todos los hombres rectos y de buena voluntad me harán justicia, y verán que mi obra no es más que una nota, vibración de verdadero patriotismo, inspirada por nobles aspiraciones del presente, que tienden a prever dolores en el futuro”. ¡Tómale diablo panzón para quemarte la cola!; ¡Pero cuántos años han pasado y la caca se hace bola sin temor a escarabajos estercoleros! ¿El corazón del pueblo acaso no ha recibido los suficientes mandarriazos para despertar su instinto de conservación que parece estar completamente aletargado? ¿Acaso no se entendió el grito desesperado de Ricardo López Méndez, Izamaleño puro cuando escribe su “México creo en ti”? ¿Cuándo explota y exclama: “México creo en ti/ como en el vértice de un juramento/ tú hueles a tragedia tierra mía, / y sin embargo ríes demasiado, / acaso porque sabes que la risa/ es la envoltura de un dolor callado.”?
 
¿Nada hay para decir?, ¿Tan solo letras frías son sin sentido ni dirección? ¿Es que no duele México? ¡Padres que han dejado en el olvido a sus padres para condenar a sus hijos a ser carne de cañón o alimento de pirañas, por ignorar su propia convicción, y sin tener escudo y armadura, seguir siendo tan solo víctimas del flagelo de su propia ignorancia, por olvidarse de los valores y de la buena y sólida educación que libera mentes, que libera almas, que libera pueblos! ¡Los de arriba exigen brazos para trabajar desde la comodidad de una panza llena, de un descanso pleno y una seguridad personal garantizada, sin más temores que dejar de ver acumuladas en sus cuentas corrientes, ceros y ceros, que generan sonrisas idiotas, que son las que a diario se venden para seguir en su eterna cosecha divina! ¡Los de abajo siguen en el sueño de sembrar fideos para que al menos eso sea lo que lleven a su mesa, porque robar un mendrugo de pan, está tipíficado como delito mayor cuya sentencia siempre habría de ser cadena perpetua, para que quede como ejemplo a los futuros infractores que al atentar contra el poder y la riqueza, atentan contra la nación.
 
Causa tristeza ver a la historia tan solo como un texto para información; como algo que ni educadores, filósofos, o grandes caudillos pudieron cambiar o transformar a pesar de que en sus creencias y pasión, dejaron la propia vida; “Inocente o culpable”, gritó en sus impresas entrañas que “un pueblo vigoroso, sobrio, aplicado y con educación, aunque ofrezca pocos individuos, podrá y valdrá más que otro numeroso, débil, cobarde y perezoso”. “el mal de los pueblos es el poder centralizado que egoístamente se convierte en poder personal, por ello hay que prevenirlo o extirparlo de lleno, para que el pueblo exija y participe, también, de todo lo que es suyo. “México creo en ti/ porque eres el alto de mi marcha/ y el punto de partida de mi impulso/ ¡mi credo patria, tiene que ser tuyo/ como la voz que salva y como el ancla”. ¿Ahí se esconderá la JUSTICIERA JUSTICIA AJUSTICIADA?