Columna

Cuando no se tienen ni pies ni cabeza


Bien dice el dicho que “no tiene la culpa el indio sino el que lo hizo compadre”; verificado, comprobado y firmado ante notario público sin más ni más, porque es ahora cuando el pueblo se confiesa arrepentido, después de apostar todas sus canicas a un acto de prestidigitación y fina magia, que encaramó de golpe y porrazo a una insistente persona que al final supo llegar, y otra prueba superada, ¡que llegó y ya no sabe a qué! ¡Bendita la nobleza de la gente que aún cree que el agua de coco lo inyectan los duendes por las noches!.

Ese es solo un pequeño problema, pues aunque la cabeza no piense, pero tiene un cuerpo lleno de habilidades perfectas que saben caminar con autonomía, se puede llegar al final de cualquier camino que se proponga, pero en cambio, se llega y se escoge la fruta podrida de todos los mercados que son ricos en cucarachas, ratas y todos los animales rastreros y ponzoñosos que en vez de ayudar destruyen, y a menos de dos años, ahí están enfrente de la sociedad los más nefastos resultados que hablan por sí mismos, de un desfase entre inteligencia, habilidades, humildad y proyectos, y no obstante su opacidad particular, involucra a las gentes más “leales” cuya característica ha sido el chapulineo y el cambio de uniformes y discursos oracionales tirantes a lo místico y divino para convencer acerca de la infame mentira de su “traición”.

Y la cereza de este insaboro e incoloro pastel es que en todas festividades de historia, cultura y costumbres y tradiciones, se miran caras de los nuevos dioses del poder aderezado todo con las risas estentóreas de quien ya no tiene preocupación alguna sobre un deguste de un buen chocolomo, o un frijol con puerco, hasta con rabito y oreja, pues con el simple hecho de haber cargado la canasta de la patita cuando fue al mercado, ahora gozan y disfrutan lo que antes escondían en sus propios municipios avergonzándose hasta de su origen.

¡VIVA EL REY HASTA QUE TOQUE ESTAR EN LA PUERTA DE SALIDA PARA APLUDIR AL NUEVO REY!, y si no lo creen. “No hay mal que dure cien años ni pueblo que así lo aguante”. Tempo al tiempo.