La crítica no tiene más acepciones que decir, proponer y presentar argumentos para ello.
Dzitbalché pasó por su historia, su lucha y su tenacidad, a ser un claro ejemplo de lo que se puede cuando su gente se une para trascender y para demostrar su enorme grandeza histórica, el inmenso inverso de su cultura, y la fuerza avasallante de sus costumbres y tradiciones, pero también del respeto a la grandeza de sus gentes que han sabido y se han ganado a pulso el inscribir sus nombres con letras de oro en el hermoso y siempre buscado espacio de la inmortalidad.
Conocer la historia la hace respetarla, ignorarla la hace ignorar raíces e identidad, olvidando que oportunidades, puestos y espacios, son circunstanciales y de momentos, pero el reconocimiento de la sociedad es eterno e infinito.
Hablar del Prof. Enrique Herrera Marin, del Prof. Javier Salazar o el Prof. Jorge Jesus Tun Chuc, solo por mencionar algunos que a pulso se han sabido ganar un lugar en la historia, en la ciencia, en el arte, y más aún cuando la misma sociedad lo bautiza como el pincelador del alma maya, (caso Enrique Herrera Marin), quien en un Justo homenaje fue merecidamente honrado para la perpetuidad de su nombre y su grandeza en un espacio denominado CENTRO CULTURAL Y ARTESANAL “ENRIQUE HERRERA MARIN”, que en un caso inusual e inédito, quiere ser reubicado o tal vez desaparecer cuando fue realizado con honor al pueblo de Dzitbalche, en memoria eterna de uno de sus hijos predilectos; no se puede escribir una historia enterrando otra, no se deben ver intereses personales o políticos en detrimento de la grandeza del mismo pueblo y de sus ciudadanos.
La política está marcado por tiempos y momentos, las decisiones se quedan en el juicio histórico y las acciones derrumban o elevan los principios de quien las realiza o ejecuta.
No lo se TIEMPO AL TIEMPO