Columna

El problema de la madurez


Por Gaspar A. Herrera Farfán 

Según la Real Academia Española, el término madurez se refiere a un estado que se alcanza cuando el desarrollo psicosocial de la persona, se compara a un estado óptimo de las frutas y verduras después de cosechadas, y a una edad entre la juventud y la ancianidad. Palabras más, palabras menos, pero meramente en un sentido mecánico en el que la ciencia establece los conceptos y los resultados, y la existencia enfrenta con respuestas tan diferentes y discordantes, que es ahí en donde precisamente empieza (sin término), el real concepto de la “madurez”.

Se habla de una adaptación de contrastes a un medio social con empatía y con templanza, pero, ¿alguien ha prestado especial atención a su relación con los demás, no solo para conocerlos o agredirlos, sino para tratar de entenderlos? ¡Justo ahí es donde la marrana torció el rabo!, ¡no existe la sensibilidad para empatarse a las necesidades ajenas que permitan crear verdaderos vínculos de enseñanza y de aprendizaje o al revés!
 

No se puede hablar de la formación de la personalidad cuando se olvida el nivel de influencia que deben tener los padres para ofrecerle a sus hijos un verdadero ambiente de seguridad y de crecimiento en un ambiente de honestidad, cariño y aceptación; cuando se olvida la tolerancia y se amordaza al respeto como el mejor método para evitar reclamos y enfrentamientos posteriores; ¡ah comodidad tan cómoda! Con el consabido sonsonete de “jamás hagas lo que yo hago, simplemente haz caso a lo que te digo” ¡ay San Peter de la cobija de nopales que todo tapas! Deteniéndose a pensar en algunas causas para las consecuencias actuales, viene de lleno una respuesta precisa: ¡los jóvenes de ahora pasan más tiempo en el hogar, donde se les otorga una libertad total sin exigencias que lo obliguen a buscar por si mismo aún sus más simples satisfactores; ¡respetando simples reglas de armonía aseguran todo aquello que les evite el riesgo de perder su comodidad y todos sus beneficios!
 
¡Entonces cuando es que se decide mediante el uso sereno y bien analizado de un pensamiento crítico, que dé paso a una conducta razonable que haga posible el intercambio, para decidir y para recibir, con todos y de todos, aquello que permita crecer y buscar con ello una autonomía propia que haga valorar no solo un tiempo, sino también una presencia en el marco del equilibrio, la armonía y el respeto!; ¡”una persona madura acepta las consecuencias de sus actos con valor civil, respetando las reacciones producidas como reflejo, siendo tolerante con él y con los demás, logrando de esa manera su madurez emocional”! ¿Alguien dice por casualidad “lotería”? ¿Dónde están las virtudes y las conductas para hacerlo crecer, si desde el hogar no se permitieron y en la calle se calificaron como injusticias y protegieron con ello un aprendizaje más difícil, pero aprendizaje al fin?
 
¿Reflexión?, no lo sé, pero es muy importante transmitirle a un niño valores actitudinales desde la base del ejemplo, para que en la práctica vaya construyendo las bases sólidas de una personalidad que le permita enfrentar todo tipo de influencias sin que afecte el valor de su ser y de su grandeza como persona
que ha sabido enfrentar con firmeza  EL PROBLEMA DE LA MADUREZ.