Por Gaspar A. Herrera Farfán

Tras la diaria evolución de la existencia, que de la mano acompaña al ser al recorrido que de manera mecánica pero firme, realiza el tiempo, dibujado en manecillas para darle la interpretación que uno quiera, vida, calvario, muerte, surge la interrogante ante todos los aconteceres que se hubieran tenido que enfrentar, las batallas que se hayan tenido que luchar, tal vez de alguna derrota recibida o en fin, el cúmulo de cosas que se cargan como lastre, se ubican como historia, o se agradecen como aprendizaje. ¿Hubo algún descubrimiento? ¿El encuentro con los valores escondidos en algún lugar del recorrido?, ¿las emociones controladas y convertidas en aliadas en todos los momentos y factores de convivencia?

Eso tal vez es el meollo de algo que se elude a propósito y se esconde a conciencia; ¡Evitar cualquier momento de pensamiento activo que enfrente a las personas con ellas mismas, sin máscaras ni ataduras; sin hipocresías ni superficialidades, tan solo en ese enorme campo de batalla él, contra él!; ¡Valiente decisión para atreverse a enfrentar las acertadas o equivocadas creencias sobre el mundo que se comparte con los considerados iguales, pero con pensamientos y acciones diferentes!, sin embargo no hay vuelta de hoja, ¡Ese es el único camino para quien quiera encontrar la realidad y de ahí partir para seguir igual o mejorar lo que haya qué hacer! ¡Hacerlo no es ser menos que los otros sino lo convierte en más grande y capaz con él mismo!, más aún que se están viviendo procesos sociales que obligan al análisis y al pensamiento reflexivo en busca de respuestas congruentes y coherentes, ya que muchas partes del rompecabezas no encajan en sus propios moldes.

Estar en medio de una pandemia que ha dejado marcas indelebles en familias y en corazones cuyo latir, asemejan a ese tiempo que jamás se detiene, y que es al único que nunca se ha podido manipular; estar ante preguntas de niños que en su inocencia no se explican el encierro voluntario que sin respuestas, los hacen girar en laberintos de no entendimiento, que antes, de manera natural, la vida misma se encargaba de responder; sin embargo aún en plena crisis se establece una nueva normalidad autorizada tan solo por fines administrativos, de poder y de lucro, y se abren de nuevo candados que antes estaban férreamente cerrados y ahora se abre con cualquier ganzúa sin que algo suceda, con la única justificación de que, ¡los tiempos así lo mandan!, y si así lo mandan los tiempos pues con ello se protege a todos de las consecuencias.

Hay que viajar en uno mismo para no buscar culpables en quienes siempre negarán su participación, y no están equivocados, porque todo es responsabilidad de uno mismo; aceptar, aplaudir, hacer, decir, y hasta obedecer, porque la obediencia es un valor moral que no tiene nada que ver con la imperativa voz de mando que no admite negativas ni le importan consecuencias. ¿Acaso alguna vez tuvo valor de enseñanza la frase aquella de “te castigo porque tú obedeciste a otro antes que a ti, entonces si te hubiera dicho tírate al pozo, lo habrías hecho?”. Para poder discernir entre ser objetos antes que sujetos, entonces a echar con valentía ¡UNA MIRADA A SU INTERIOR!