Columna

El lenguaje, la educación y el respeto


Por Gaspar A. Herrera Farfán

“La educación es un proceso vital que compromete toda la vida de la persona, sin embargo poco se preocupa por su formación y por su proyecto de vida”. Guillermo Urgiles.

En esta cada día más deteriorada sociedad, el escaparate de las esperanzas tan solo sirvió para una exhibición muy pobre de educación, de falta de elementos para la concertación de buenos diálogos, y la nulidad para demostrar liderazgos que pudieran servir de camino para las generaciones que vienen buscando respuestas, y encendiendo espacios para ir en pos de su propia libertad. Un insulto es un insulto, aún este etiquetado y siempre habría de ser calificado como una bajeza producto de la falta de argumentos para poder responder con gentileza, elegancia y distinción, cualquier agresión verbal, o producto de las malas interpretaciones personales, pero que abren la puerta de la personalidad de quien así responde, pisoteando su propia investidura.

Las casas representativas de la justicia y de donde deben surgir las propuestas para beneficio de la sociedad, Cámara baja y Cámara alta, son puntos de agresión personal en donde la tolerancia, la prudencia, la inteligencia y la búsqueda razonada de respuestas de manera conjunta y compartida, brillan por su ausencia, y las únicas propuestas visibles son la invitación social para alimentar odios, rencores, animadversión ante la complacencia de la gente que los lee en una prensa amarillista, en la televisión pagada por los impuestos de todos, y en la imposición de gente que como la cereza al pastel, viene a ser la prueba contundente del control con el uso del poder, a la mansedumbre colectiva que aplaude y aplaude hasta desgarrarse las palmas, en una mudez que no admite rebeliones, y un sojuzgamiento que no admite más que la tranquila paz del alma, para todos los bienhechores de esta tierra que vale mucho, pero por la que nadie lucha por miedo a las venganzas y a uno mismo.

Alguien en un mensaje encontrado en las redes escribió: “qué bonito es mandar a un petulante, soez, engreído a importunar a su progenitora, y que éste aún te agradezca tan distinguido saludo fino”. ¡Claro, hasta para proferir palabras soeces hay que tener altura y elegancia y no bajeza e ignorancia! ¡los insultos pueden ser un arte en sí mismo! ¿Antes de insultar, hay que estudiar y aprender el arte del insulto! ¡los insultos corrientes y vulgarizantes están a la mano de cualquiera! ¡un buen insulto debe ser una estocada certera que deja al contrario de rodillas ante uno! Ahora quien no se sienta ofendido por algo o por alguien siempre será visto como un raro ejemplar de la época, por ello el insulto incluso, debe ser capaz de evitar demandas; ¡Entonces hay que estudiar para aprender a insultar! (Breve Antología del Insulto). Para reflexión escribo unos insultos encontrados por ahí, para que cada cual lo interprete y le ponga el concepto que se omitió con elegancia.

“No se que cualidades puedas poseer para tener esa actitud que tienes”; “puedo explicártelo, pero no puedo entenderlo por ti”; “No existen las preguntas tontas como las que haces, solo las personas tontas”, “Tu progenitora no te dejó succionar de su sabiduría, con lo que te dejó por siempre huérfano de ella”; “Las progenitoras son sagradas, que bueno que ella no está contigo”. “increíble, realmente estás dando lo mejor de ti en esta administración sin obras”.

Los jóvenes se merecen todo, pues cada movimiento del segundero es una enseñanza que podría en cualquier momento recuperar el timón de estos caóticos tiempos en que la incertidumbre se va aclarando y la podredumbre se está haciendo visible. Lenguaje, educación, ser humano, respeto, manejo de la oralidad en generaciones interactivas es la exigencia actual en que los verdaderos líderes sean EL LENGAJE, LA EDUCACIÓN Y EL RESPETO.