Columna

Para servir hay que ser auténtico y honesto .- Editorial


La honestidad y la autenticidad son cualidad y fortaleza a la hora de mantener relaciones sociales de cualquier tipo, aunque muchas personas tal vez se pregunten para qué se necesitan estos elementos, cuando aprendiendo a ocultar pequeñas grandes verdades se pueden conseguir tal vez no todas, pero sí grandes cosas.

¡Pero qué sucede cuando estos secretos son descubiertos y los padres nuestros y aves marías deambulan con fuerza por todos los espacios en donde la simulación de la sorpresa y el desconocimiento es el factor que permea en todos, para que la sociedad les crea y acepte de a paso sus errores.


“La honestidad es un regalo muy caro, por ello jamás hay que esperarla de personas baratas”. ¿Será que por eso las autoridades del color que sean, tienen una ideología similar reciclando a los mismos funcionarios disfuncionales que han demostrado y hasta con menciones honoríficas, los estragos a los municipios o a las áreas donde estuvieron adscritos y desde donde se les calificó su acoso, alcoholismo e ineficiencia y sin embargo, continúan siendo contratados por indicaciones de san Dedo Perpetuo a quien no se le discute y mucho menos se le ignora? Y lo peor de todo ello es que donde están en vez de demostrar todo lo contrario, se envuelven en su enorme ego y se exhiben en los vehículos oficiales, en lugares expendedores de bebidas embriagantes, fiestas mismas organizadas por su misma organización y en lugar de servir de apoyo e interrelación, se esconden en detrimento de una autoridad municipal y de una sociedad que ya los aceptó y aún con dudas, quiere confiar en ellos.


El pueblo ya empieza a despertar; las acciones de exhibición empiezan a hacerse visibles; las respuestas de los superiores empiezan a ser esperadas; y ahora queda en enfrentar una sociedad que empieza a cansarse y que aún de manera pasiva solo observan los excesos de sus autoridades y los beneficios nulos que es la parte correspondiente a la sociedad. No se puede salvar a un niño matando a otro, ni se puede tapar el pozo echando cacharros descompuestos en él. Alguien dijo en alguna ocasión que “la confianza es para todos pero no debe temblar la mano para cercenar la cabeza de quienes traicionen esa confianza”.


No es uno, somos todos, y solo así se logrará un proceso de reconstrucción en cualquier organismo u organización que quiera recuperar la confianza de la sociedad y ante la incapacidad solo se escribirán historias políticas adversas a cualquier partido político donde todos los involucrados, pertenecen a todos los partidos políticos en donde el eterno perdedor será el ciudadano que como un monstruo, cada vez se hace más grande y próximamente, más fiero. Tiempo al tiempo.