Columna

Convivencia en la razón y la justicia


Por Gaspar A. Herrera Farfán

“Se discute si Platón es un místico, cabría dudarlo, pues su filosofía tiene un carácter marcadamente social; su doctrina de las ideas, con la idea de justicia a la cabeza, está visiblemente orientada en sentido político”. (Kelsen, 1946, p. 141).

 

Caminar sobre caminos plagados de historias, con presentes controversiales en que se rompen los conocimientos teóricos adquiridos en los aprendizajes académicos, define que al realizar comparaciones de teoría-acción, hace surgir la gran duda de la distorsión de conceptos, al enfrentarse con una realidad nada comparada con el esquema dibujado en el currículo de formación, que lleva tan solo a la interesante respuesta de haber estado en el peor espacio de “deformación” legal. Justicia como generadora de normas y de acuerdo a Platón, Aristóteles y Kant, también de felicidad, que contraviene en mucho las experiencias vivenciales al ver la mala interpretación de esas normas, además, de las herramientas que pudieran argumentar algún derecho, quedando así, algo tan manejable a conveniencia que como bien mencionara Kelsen, dejando al “derecho sin justicia.”

No puede haber convivencia sin el uso de razón y justicia; no puede haber justicia sin un ordenamiento jurídico cuyas interrelaciones determinen su naturaleza, y que sea capaz de regular no solo la conducta humana, sino también sus consecuencias; derecho y justicia son conceptos muy diferentes pero la base de los dos es algo que está tan escondido, y que aunque se haya gritado por todos los caminos, al momento de aplicarla se exhibe su ausencia total, que deja en la indefensión, siempre a la parte más vulnerable, su nombre es “moral” y es por donde precisamente empieza el derrumbe de la razón y de la justicia, pues convierte a la injusticia en razón y a la justicia en verdugo. “La razón y la justicia nunca serán la felicidad del justo, sino la infelicidad de la sociedad en general” Cfr. Kelsen, 1999) O sea, el que vive bien es feliz y dichoso, y el que vive mal, aunque sea el medio para hacer feliz al dichoso, siempre será señalado como injusto y desgraciado.

Trasímaco escribió que: “jamás es la injusticia más provechosa que la justicia”, porque la razón siempre la tendrán los que poseen la justicia; vaya, ¡esto ya se hizo un enredijo, ¡entonces la razón y la justicia tienen dueños particulares? ¿Quién tiene derecho a la felicidad?, ¿el que sabe que tiene la razón o el que posee y manipula la justicia? ¡vaya! ¡Hay temor a una respuesta colectiva! ¿Si la convivencia hace que afloren las diferencias y contradicciones, esto acaso no es respetable para buscar respuestas colectivas, que terminen con los enfrentamientos y las malas interpretaciones y se llegue a un equilibrio marcado por la armonía y el reconocimiento, en lugar de las denostaciones y los insultos? La incapacidad de diálogo y aceptación hace difícil cualquier acción cuando la costumbre ha indicado siempre que la razón la tiene quien posee el poder y la justicia se reinventa de acuerdo a sus propias necesidades.

Realmente no se puede hablar de conflicto de intereses cuando las participaciones grupales han sido unilaterales o con indicaciones precisas de qué, quien y como, para poder decir que es aquí donde la justicia y la razón pudieran convertirse en el problema, pero mientras se piensa para una posible solución, hay que seguir buscando en el pajar CONVIVENCIA EN LA RAZÓN Y LA JUSTICIA.