Por Gaspar A. Herrera Farfán
Aunque la democracia no busque jamás descubrir la verdad, ésta no puede funcionar cuando se burla la nobleza ciudadana en público, hasta en las cuestiones más fundamentales.
Aquí es donde verdaderamente se deben establecer los lazos de comunión entre los protagonistas políticos con la obligación de decir la verdad, y los ciudadanos que son el factor importante que cada uno de ellos requiere y necesita para llegar a los diversos lugares que buscan ansiosamente y con desesperación; señalar una mentira a un protagonista principal de la obra que a diario la vida presenta, se ha convertido en nada, puesto que al público no se le permite subir al escenario y mucho menos corregir el script que fue escrito, heredado u ordenado, por quienes creen conocer todo al saber que su autoridad les puede llevar incluso a corregir hasta la historia misma, de quienes tan solo tienen la obligación de aplaudir a rabiar el espectáculo.
Una sintomatología que se está haciendo común, es que algunos ciudadanos ya no están aceptando de manera resignada el cinismo, la detracción y las malas palabras que de manera ordinaria están convirtiendo los espacios de convivencia y esperanza en verdaderas arenas públicas, en donde todo esto, en honor a la verdad, pueden y deben incluso jurídicamente ser sancionadas, porque hablar de proyectos es alentador y hasta agradable, pero sembrar las semillas del odio y del rencor es un grave delito que demuestra la incapacidad de quien tan solo grita porque le ordenaron hacerlo, pero que de manera personal desconoce incluso los motivos de sus propios gritos denostativos. ¡Una participación política o un debate político debe ser de respeto, calidad y propuesta que fundamente un proyecto o consolide y fortalezca un partido!
¡La mayoría de los participantes, licenciados en derecho, que se exhiben en la transparencia de que la legalidad o la ilegalidad únicamente podrá ser vista, perseguida o castigada en ciertas personas que caminan fuera del cobijo del enorme árbol del poder! ¡Y así es como van haciendo escuela y destruyendo el sagrado derecho a la verdad, no esa verdad filosófica que la divide en esa respetable división de la tuya, la mía o la de todos, sino la que se ve en los diarios resultados de la hasta ayer misión imposible, que cada día se acerca más a su fácil realización, de la destrucción del hombre por el hombre, de la razón por la sinrazón y de la convivencia por el miedo y el poder!
Se han escuchado exclamaciones de que “todo es una soberana porquería” hasta que al final se acaba convencido cuando ya se forma parte de ella, y se excusa de que todo es un mal necesario para poder alcanzar los cambios y las transformaciones con las personas adecuadas, con inteligencia, fortaleza y decisión, y que son los que tienen el derecho obtenido al violentar el derecho de todos, para la ofensa pública, el señalamiento y el uso de artimañas como factores consecutivos de propósitos, al no tener ni siquiera la más remota idea de que la verdad y la razón generan confianza y de que las formas y los medios sensibilizan y conquistan ya que la noble gente lo único que exige es ¡EL DERECHO A LA VERDAD!