Por: Gaspar Herrera Farfán
“La culpa es un sentimiento universal con un enorme poder sobre las emociones y que puede privarnos de la felicidad”. Psic. Laura Rojas-Marcos.
Qué hermoso, y con una profunda fundamentación que establece la relación directa de los sentimientos con las emociones, de los sentidos con la razón, o de la vida con la sola existencia; no existen culpables sin culpas ni culpas con la única y grande oportunidad de aceptar y corregir para levantarse y caminar de nuevo con seguridad, dejando en la aceptación el error y empezando a trabajar con uno mismo, para construir la sabiduría transmisora de luz que habría de iluminar el diario recorrido terreno.
“La culpa” es un sentimiento, personal que es manipulada (la palabra), como punta de lanza para horadar los mismos orificios sociales en donde de siempre ha entrado la basura en forma de corrupción y deshonestidad con el transparente manejo de siempre, que no admite reproches ni reclamos, aun cuando se exhiba como trofeo diario de guerra ante unos soldados callados, cuya única arma es el miedo y el temor, y ahora, se tiene como el mazo de Thor, que golpea a todos con fuerza y contundencia olvidándose que la verdadera batalla en esta guerra, es volver a generar la confianza y con ella devolver esa sonrisa enterrada, a una sociedad que quiere seguir alimentando esa esperanza que la haga renacer en medio de lo nefasto en que la han envuelto desde tiempos inmemoriales.
La culpa surge cuando hay arrepentimiento de palabras o actos, cuando se actúa en contra de las propias convicciones por razones egoístas, cuando no se cumple con lo que se espera de uno o se siente que se está fallando a uno mismo, y en ese entendido, ¡la culpa es para analizarse y corregir!, ¡para desarmarse y volverse a armar mejor!, ¡No para estar buscándola en los otros que para eso cada cual tiene una conciencia y una vida por la que él mismo tendría que responder! ¡Si se sabe lo que se es, lo que se tiene, lo que se hace y por lo que se camina, entonces solo queda hacerlo!; El COVID-19 trae una muy grande enseñanza, hace pensar y reflexionar, hace recomponer y corregir, hace de nuevo encontrar caminos y no culpables, pero también destapa las cloacas en donde la suciedad no tiene enseres de limpieza y ni una buena administración económica exhibiendo que desde las alturas no se ve ni se conoce la necesidad ¡y que la escalera de promesas fueron tan solo para llegar y desde ahí abrir el puente de separación entre los buenos y los malos!
Ya no es solo saber mirar al interior de cada cual, porque en educación eso sería el más grande retroceso al encontrar con ello el pozo productor de culpas que la comodidad ha ido escupiendo para depositar lentamente en espaldas de otros sin notar que con ello se va cayendo en un engaño personal que tan solo conducirá al desconocimiento de uno mismo sin saber cuál de sus caras o sus conductas, es en realidad. ¡Bendito Mil Máscaras, que al quitarte cada una de ellas, recuperas al hombre en su totalidad!; ¡Es de uno, es de todos, quitarse ¡LA MALA COSTUMBRE DE ECHAR CULPAS!